Ya casi se ha hecho costumbre convivir con los "enemigos de lo propio", dicho así para cambiar la trillada frase, y es que es de todos los días, tener que lidiar con cuanto mortal se cruce demasiado cerca por nuestro camino para lanzarle una mirada escrupulosa y analizarlo sin girar la cabeza intentando reaccionar al mínimo movimiento que signifique para nosotros una amenaza, tal cual como la serpiente cascabel hace vibrar su cola para advertir su enojo, es de la misma manera que al creernos amenazados hacemos el ademán exagerado de asir con mayor ahínco nuestra mochila, bolso o el paquete que portemos para hacerle saber a nuestro posible atacante que sus intenciones han sido descubiertas, claro está que la mayoría de veces erramos en nuestra predicción, pues el ladrón en potencia resulta ser una gestante, un adulto de la tercera edad o simplemente otra persona que nos mira con los mismos ojos inquisidores.
El objetivo de esta serie de post es tratar de identificar los diversos métodos que nuestros amigos "los choros" (ladrones, rateros, amigos de lo ajeno, pericotes, cacos) utilizan ingeniosamente para urdir sus atracos, y para ello tomo como referencia las experiencias que durante el transcurso de mi vida he fungido, tanto en el papel de víctima como el de testigo.
TODO POR UN RELOJ
Tenía 17 años cuando andaba cerca de lo que hoy es el parque de la exposición por la avenida Wilson, en inmediaciones del instituto Cimas y cerca de la Alianza Francesa, a pesar que sabía de lo inclemente de la zona no tuve reparos en llevar conmigo un modesto reloj que portaba en el brazo izquierdo; mientras caminaba por los lugares mencionados sentí un tirón muy fuerte del brazo donde lo llevaba y es entonces que tomé conciencia en unas cuantas décimas de segundo que estaba siendo víctima de un asalto, como en una anterior oportunidad había evitado el atraco a manos de un piraña mediante un golpe en el rostro, creí que esta vez podía hacer lo mismo he impedir así mi asalto, sin embargo en el fragor de la contienda mientras yo sostenía al pirañon por el brazo y estando dispuesto a propinar otro certero golpe, el cobarde, de la nada sacó una botella de vidrio y me la rompió en el brazo, no sentí dolor alguno, pero la situación del momento hizo que automáticamente dejara escapar al sujeto, pero sabía que algo andaba mal, en unos cuantos segundos sangre a gorgotones comenzó a fluir de la herida, dejando una estela macabra sobre la calzada gris que hacía resaltar más aún el color de mi infortunio. Era consciente que necesitaba ayuda, y es cuando recordé que a una cuadra del lugar, específicamente por el Jr. Washington había una policlínico de Essalud; mientras caminaba presionando mi brazo ensangrentado toda la gente atinaba simplemente a observarme de lejos (recién recuerdo ahora las palabras de mi tía Yola cuando decía furibunda : la gente es una "M", haciendo referencia cuando un ladrón prácticamente la desvistió delante de la multitud sin obtener ayuda alguna, salvo para preguntarle luego de consumado el atraco ¿Qué le robaron señora? , como mi tía no aguanta pulgas, los mandó bien lejos a los pobres curiosos). El caso es que mientras yo perdía cada vez más sangre el dolor iba en ascenso, para llegar al policlínico tenía que bordear toda la cuadra y perdería mucho tiempo, así que corté camino cruzando una playa de estacionamiento que tenía salida al jirón Washington, en medio del tramo ¿Quién lo diría? recibí el auxilio de un chofer de combi que envolvió en su mano un poco de papel higiénico, que de lo segundo no tenía nada, para contribuir con la hemostasia, al que agradecí el gesto. Ya en la puerta del Policlinico Chincha, me encontré con el Huachiman que al ver la sangre caer dio un paso hacia atrás, ..me han cortado ...le dije, y de inmediato me llevaron a cirugía para coserme el brazo. Salí vendado del lugar luego de un par de horas, con un intenso dolor que se acentuaba con las sacudidas del carro, al llegar a casa y tocar la puerta me recibe mi madre y fija su mirada en mi brazo vendado, .. me han robado .. le dije, y ella rompió en llanto.
viernes, 14 de noviembre de 2008
Los rateros y sus mañas
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